Cruce la cordillera en búsqueda de la mendocina idónea, pero allende de esta me encontré con un gran pueblo, compuesto por argentinos humildes y simpáticos, y lo mas importante, un pueblo que esta en el corazón de Dios. Mendoza, tierra en la que se me a otorgado la calificación de Misionero -titulo que sinceramente me queda grande- me he dispuesto a compartir las buenas nuevas. Lo paradójico, que con los compañeros que fui a tan noble tarea, se nos hacia ver que fuimos a servir, pero definitivamente la palabra servicio es bastante holgada para lo realizado en Mendoza. Dentro de nuestras labores evangelísticas, los mas servidos fuimos nosotros mismos. Cada vez que confrontamos nuestros temores, al invitar a un extraño a escuchar de Cristo, nosotros éramos los mas edificados.
Esta es segunda vez que cruzo la cordillera a compartir de Cristo. Ambas veces, mi motivación fue simplemente experimentar que era estar de Misiones, debo reconocer que nunca a sido por amor o un mero cariño hacia el mendocino. Pero esta vez, la estadía fue de una semana –la anterior fue un fin de semana- y por cada mendocino con el que compartía, mi cariño por este pueblo comenzaba a despertar.
El broche de oro fue puesto por el protagonista de toda esta aventura. En un momento de alabanza y adoración, el Señor nos regalaba su presencia y me hacia recordar a la gente que le había compartido y me movía a que bendijera a Mendoza, pero esta vez de corazón y motivado por el Señor.
Toda esta experiencia me llevo a disfrutar y regocijarme en Mendoza. Hace bastante tiempo que no me veía involucrado en una actividad cristiana, en la que me lo disfrutara todo.
No se si volveré de Misiones a Mendoza –solo Dios sabe- pero, si Dios me regala la oportunidad de ir nuevamente a bendecir esa hermosa tierra, con todo el gozo lo haré. Ya que definitivamente el Señor despertó algo en mi por Mendoza. ¿Qué tan potente sea ese algo?, no lo se. Pero si les puedo decir que:
¡GLORIA A DIOS POR MENDOZA!
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