¡SOMOS TODOS UNOS VORACES!
Hace poco conversaba junto con un compañero de estudios con una mujer que recién conocíamos. La cual nos comentaba lo complicado que le resultaba trabajar y estudiar. Ahondando un poco más en la conversación nos revela que ella vive en Valparaíso - ¡Y viaja para estudiar a Santiago! - , que tiene familia y que esta es tercera vez que se involucra en estudios superiores, ya que cuenta a su haber con una profesión y un grado de Magíster.
Posteriormente fue inevitable con mi compañero comentar la situación de esta mujer. Concluimos que siempre es valorable trabajar y emprenderse a estudiar en la noche. Pero que hay un punto, en que hay que hacer un análisis racional de las circunstancias, para definir si el beneficio de estudiar y trabajar a la vez, es mayor que el costo económico y de calidad de vida que esto involucra.
De regreso a mi casa, haciendo honor a mi carácter de pensador que Dios me dio. Reflexionaba: ¿Qué motivaba a una mujer con familia, viajar de lunes a viernes de Valparaíso a Santiago, teniendo profesión y un gado de Magíster y mas encima un trabajo, a realizar por tercera vez estudios superiores?
Una vez en mi casa, cojo una revista que no había leído y me encuentro con una columna de Eugenia Weinstein titulada ¿Es usted millonario? Donde el primer párrafo llama mi atención y el segundo párrafo contesta lo que me preguntaba a cerca de la motivación de esta mujer.
Desafortunadamente algunas personas no están nunca contentas con lo que tienen. Siempre están buscando maneras de volverse más ricos, lograr más cosas, alcanzar más éxito, desarrollar más actividades, ir a más partes o sentirse más completos. No saben exactamente lo que la felicidad significa, pero están seguros que se relaciona con lo que les falta y de que necesitan mucho más de lo que tienen. Nada les es suficiente, son voraces.
La voracidad es un deseo vehemente, impetuoso e insaciable, que excede lo que la persona realmente necesita y lo que el otro es capaz de darle. Se experimenta como insatisfacción, vacío, insuficiencia, disgusto hueco, ausencia o descontento permanente. Se traduce en un comportamiento compulsivo destinado a obtener y llenarse de todo aquello que calme la sensación de falta. El problema de la voracidad es que se perpetúa a sí misma, no tiene fin; porque la persona se ilusiona inútilmente con que algo, otro u otros van a calmar su ansiedad incontrolable, sólo para comprobar que sigue con el mismo apetito.
Increíble, estos párrafos expresaban cabalmente lo que posiblemente motivaba a esta mujer. Pero el problema no es sólo de esta mujer, sino que de todos. Descubro en el tercer párrafo que yo en lo personal constantemente lucho –conciente e inconcientemente- con lo que el mundo ofrece de manera insistente.
El mundo de las imágenes en el cuál vivimos contribuye a transformar la voracidad en unos de los males de nuestra época. Alimenta la insatisfacción frecuente y fomenta la ilusión que cualquier fantasía es realizable. Además, el consumismo induce la tendencia a acumular un montón de cosas innecesarias que muy pronto pasan de moda o quedan obsoletas y requieren ser reemplazadas por otras tantas, también prescindibles . Hoy en día, las personas cotidianamente ven desfilar ante sus ojos residencias paradisíacas, coches lujosos, viajes exóticos, cuerpos esbeltos, bellezas luminosas, amores apasionados, aventuras fantásticas, éxitos meteóricos así como una gama de de créditos , préstamos y plazos, para lograr que sus discretas vidas se asemejen en algo a todo lo observado. No es de extrañar que se enfermen de hambre.
(Ver columna completa en http://blogs.elmercurio.com/revistasabado/2008/10/04/es-usted-millonario.asp)
Definitivamente somos todos unos voraces, actitud que cada vez se profundiza más con el sistema social-económico en el que vivimos. Y agravado todavía, con el hecho de la relativización de nuestros valores morales.
Es por esto que la palabra de Dios sigue más vigente que nunca. El libro de Eclesiastés en su capítulo 5, verso 10, señala:
El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
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